Sueño dentro del Teatro

Posted on marzo 15, 2021

0


Con sus ojos blanqueados por las cataratas me miraba inquisitivamente, el bosque llovía, su temperamento era penetrante como ninguna maestra que tuve jamás. -Así no se tiran las cartas hombre! Su voz, granulada por los  cigarros quemados en su infinita vida discurría como los anillos de un sargento sobre la mesa.  -Las cartas no se tiran por separado, son un conjunto, bailan, interactúan. Leerlas una a una, qué tontería.

El humo del incienso parecía detenido en el contraluz del atardecer que entraba por la casa  de madera. Mi abuela me había concertado esa cita con una de sus más antiguas amigas. Era arquitecta pero los azares de la vida la llevaron a vivir los últimos años de su vida en Brasil donde había estudiado, según ella, en una academia de artes ocultistas en medio de la selva, la verdad a esas alturas con la magnitud del personaje me podía esperar cualquier cosa.

Su inesperada e inhóspita sinceridad, su sarcástica verdad me iluminaban. La cruz celta, famosa tirada que había usado con relativo éxito hasta ahí brillaba ridícula sobre el cubrecama que daba a la ventana. Quizá era el sonido de las gotas golpeando el follaje de los árboles, o el sonido de los naipes o mis ahora incomodos silencios, pero algo había dejado de funcionar.

Lo oculto, el conflicto, la ayuda inesperada, el futuro inmediato, el pasado inmediato, los miedos, la revelación. Quizá sudaba. Lo que yo pensaba hasta ese momento que era un mensaje claro ahora vacilaba tanteando a palos… – Qué haces muchacho, quiero saber, quién te enseñó, acaso no sabes nada? No te culpo. Eres tan joven. Deberías tener más respeto al lidiar con estas cosas.

Es verdad, quizá no tenía el respeto suficiente con estas cosas. Secretos de desconocidos, sus anhelos más reservados, al teatro casi ilógico con que las cartas escenificaban el pequeño destino de un/a héroe/heroína. La tirada cómo herramienta podía ser clara, pero el destino jamás es claro, como el tao, pareciera aparecer sobre la fuente pero al mínimo contacto con un pez se desvanece en las profundidades. Ahí lo comprendí, no podría usar una tirada nunca más: valores predefinidos,  posiciones, estructuras fijas. No si quería dotar a las cartas de vida, de permitirles una existencia propia.

No volví a verla, Paula murió al año siguiente por una falla sistémica, al poco tiempo de vernos perdió la vista totalmente y su único motivo para no morir era que su sobrina la visitaba todos los viernes para leerle poesía, quizás también un poco de biología. Una amiga más que mi abuela enterraba en su juventud pactada con las ánimas. Las décadas transcurrieron sin parar.

Años después ya liberado de la estructura de una tirada comencé a jugar con las cartas para que la sorpresa fuera una constante. Cada lectura, a previo consentimiento del entrevistado/a, se convertía en un pequeño escenario donde las cartas contaban una historia. Un cuadrilátero compuesto, si se quiere una dimensión, compuesta de 12 cartas en las que ni yo ni el consultante tenían idea de lo que fuera a suceder.

Así llego Ana, habíamos hecho un trueque, sin quererlo me había hablado de mis vidas pasadas y maestros ascendidos. Una completa locura que no hubiera creído jamás si no hubiera sido por su poder para inducir el rito, para guiarme a través de figuras geométricas, colores y emanaciones de luz hacia un trance que me inundó de un calor que no sentí en meses yendo a terapia, ni tratando de consumir elevadas dosis de hambre y ascetismo. En fin, nos juntamos en un parque y entre medio de la algarabía de la gente era mi turno: el acuerdo, el cuadrilátero, las 12 cartas; se abría el telón. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer.

Una vallet de copas abre la tirada revelando inmediatamente cuánto de Sailor Moon tendría la trama. Se fueron abriendo las siguientes 3 cartas y los aspectos y dimensiones primarios del argumento, cosas de la primera línea, obstáculos en cómo manifestar el mundo emocional en el mundo material, el cortocircuito evitativo de pretender hacerlo a través de la inteligencia, el propósito de acceder a la métrica y mecánica  de los vínculos, vínculos ajenos, de otros, con meticulosidad analítica. El transito de una Sailor Moon en conocer su lado oscuro y su capacidad de acceder a los cristales, que después según la trama debería defender.

Bueno, lo particular fue en la segunda línea. Luego de las primeras escenas que fueron de bastante acción nuestra protagonista necesita dormir, acceder al descanso, 4 de espadas. Y ahí lo inesperado, lo nuevo, una carta que siempre había sido el descanso se convirtió de la nada en una carta de acceder al sueño, al mundo onírico, la pequeña vallet agotada por la primera línea se recuesta y tiene un sueño dentro de la tirada, particularmente en la segunda línea. Sueña que es un Vallet de Espadas que obsesionada por su capacidad de comunicarse, descubre cómo hablar, cómo seducir, cómo gobernar y controlar con sus palabras. Cómo acceder a los cristales de las almas, sueña con un maestro que enceguecido por el poder había extraviado todo, o los sentidos últimos y auténticos de su ser más no su gobierno de los otros, para luego dentro del mismo sueño convertirse en su propio maestro pero que en su caso era impactado por terribles oleadas de melancolía que en un momento crucial y en una terrible embestida del mar el barco es invertido dejando entrar el agua por todas partes. Despierta. Vallet de copas respira agitada en su trono, mira por la ventana, a sus pies está su gato de siempre y cómo si hubiera sido siempre de la realeza sujeta su báculo con fuerza dispuesta a la acción más imprevista. El resto es literatura.

Aparecen los créditos, con Ana nos miramos estupefactos del final y nos reímos. Reflexionamos un poco sobre el tarot, sobre su magia, de como un elemento de narrativas e incoherencias sacuden las partículas suspendidas o sedimentadas en las profundidades de un alma. Qué se yo.

Qué se yo, Paula, no te lo puedo explicar, pero ya no son cartas, ni siquiera un mazo, es un ballet. 🔥🔥🔥

Posted in: Poesía